Los manuales escolares de la Biblioteca del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela no solamente constituyen un importante testimonio de los contenidos que sirvieron a los niños y niñas de otras épocas para aprender cosas, sino que deben ser un recurso didáctico utilizable en la actualidad. Con "El libro de la semana" queremos al profesorado, a alumnos universitarios y a todos los interesados en general darles pistas para ese posible uso actual. ©

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Este libro, donado al CRIEME de Polanco por Manuel Santander Díaz, inspector de Educación destinado en Cádiz, está publicado en una fecha que resultó decisiva dentro de la historia de la formación del profesorado en España. Porque hasta ese año, y durante todo el periodo republicano, el esfuerzo institucional realizado para favorecer el reciclaje permanente del Magisterio fue muy grande.
Tras la Guerra Civil, se vivieron largos años de ausencia casi total de posibilidades formativas para maestras y maestros. Solo a partir de la creación del CEDODEP, en 1958, se retomó poco a poco lo que más de veinte años antes había sido práctica muy desarrollada. Y es lo que vemos en nuestro libro de esta semana.
Virgilio Pérez, inspector entonces en Santander y redactor del mismo, comienza en su libro volviendo la vista atrás unos diez o doce años, cuando las actividades formativas de los maestros en lugares apartados de los grandes núcleos urbanos tenían “un delicioso sabor romántico”, en un ambiente donde aún esas actividades no estaban totalmente asumidas, ya que a aquello “los insensatos (lo) llamaban perder el tiempo y los envidiosos e incapaces calificaban de inservible.” (pp. 7-8)
Lo que se debió en sus inicios a impulsos de particulares, se oficializó en el decreto de 2 de diciembre de 1932, siendo ministro de Instrucción Pública Fernando de los Ríos, que reorganizaba la Inspección profesional de Primera enseñanza. En concreto, en el artículo 14, 9º (en el libro de Virgilio Pérez aparece erróneamente que en el artículo 9º) se indica que a la Junta de Inspectores de cada provincia corresponderá, entre otras tareas, la de “fomentar la creación de Centros de colaboración pedagógica agrupando en ella Maestros de pueblos próximos que se reúnan periódicamente para estudiar aspectos concretos de la vida escolar, hacer lecciones modelo seguidas de crítica, adquirir mancomunadamente el material, promover actos públicos a favor de los intereses de la Escuela, etc.”
A lo largo de las siguientes páginas, explica brevemente el autor lo que es un Centro de Colaboración Pedagógica, sus aspiraciones, sus funciones, la diferencia entre los centros rurales y los urbanos y la labor realizada por los mismos hasta ese momento.
Se incluyen interesantes fotografías realizadas en reuniones de Centros de Colaboración Pedagógica de la provincia de Santander: una en la reunión final del curso 1932-33 del de Santoña, otra en el de Hoz de Anero (se ve a niños realizando tareas dentro del aula, que siguen atentamente los maestros que asisten a la reunión), otra en el de Bárcena de Cicero (reunión celebrada al aire libre y teniendo como fondo el edificio que, afortunadamente, aún se conserva), otra en el de Arnuero (“Arunero” pone el pie de la foto) y una última también en el de Santoña (con los asistentes atendiendo ante una pizarra pautada con notas musicales escritas).
En un breve “Apéndice”, nos reproduce el autor, por si pudieran servir de ayuda, los reglamentos para el funcionamiento de sus Centros de Colaboración Pedagógica publicados por las inspecciones de Palencia y de León.
Por último, decir que Cosme Virgilio Pérez y Hernández fue inspector de Primera Enseñanza en Santander desde noviembre de 1932. Había nacido en Belvís de la Jara (Toledo) el 27 de septiembre de 1894, obteniendo el título de Maestro Superior. Es nombrado Inspector Jefe de la provincia de Santander el 2 de septiembre de 1937, dentro del conjunto de disposiciones publicadas para sustituir rápidamente a las personas que ostentaban cargos educativos en la provincia tras la toma definitiva de la misma por las tropas franquistas (Boletín Oficial del Estado, Burgos, 5 de septiembre de 1937). Hasta esa fecha, el Inspector Jefe era Daniel Luis Ortiz Díaz.
Aunque indiquemos que el acta de la reunión de los inspectores de Primera Enseñanza de la provincia de Santander en sesión extraordinaria de 1 de septiembre de 1937 ya la firma como Inspector Jefe Virgilio Pérez Hernández. En ese acta se recoge que en la citada reunión "se acuerda enviar telegramas de felicitación y adhesión al Generalísimo Franco y al Excmo. Sr. Presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado."
En 1939, Virgilio Pérez se trasladará a Gerona y posteriormente a Madrid, donde más tarde será nombrado, en concreto en 1962, Inspector central de Enseñanza Primaria, concediéndosele en 1964 el ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
© de los textos: José Antonio González de la Torre
© de los textos: CRIEME
© de las imágenes: CRIEME