EL LIBRO DE LA SEMANA

Los manuales escolares de la Biblioteca del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela no solamente constituyen un importante testimonio de los contenidos que sirvieron a los niños y niñas de otras épocas para aprender cosas, sino que deben ser un recurso didáctico utilizable en la actualidad. Con "El libro de la semana" queremos al profesorado, a alumnos universitarios y a todos los interesados en general darles pistas para ese posible uso actual. ©

Semana del 27 de junio al 3 de julio

D.ª Isabel M.ª del Carmen de Castellví y Gordón, Urbanidad (Estudio de las reglas de conducta). Barcelona, I. G. Seix y Barral Hnos., S. A., 1940, 6ª ed.

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Es la actual una época en la que en España, y por muy diversas causas (búsqueda de identidad por parte de las diferentes autonomías, desarrollo del mal llamado turismo ecológico, aumento de los fondos de los que disponen las entidades locales, etc.), existe una sobrevaloración de la cultura rural (lo vemos en la gran proliferación de museos etnográficos que invaden toda nuestra geografía), situando sus producciones en categorías antes ocupadas solo por otro tipo de objetos.
Pero, tradicionalmente, la cultura se ha identificado con la urbe, con lo urbano.
Luis Racionero, entre otros sitios, nos recuerda en Oriente y Occidente (1993) lo que significó en la historia de la humanidad la creación de las urbes: “La ciudad es el gran instrumento civilizador y su existencia señala las zonas más cultas del globo. Civilizado es el hombre educado en la civitas, inmerso por contacto diario, en ágora y negocio, en el drama y diálogo que suceden espontáneamente en los aglomerados urbanos. La ciudad, encrucijada y depósito, es cruce de ideas y almacén de medios; en ella se doma el salvajismo del hombre y se aprenden la cortesía, el refinamiento y el diálogo: su lema es la variedad y el intercambio; de ella nacen la libertad y el invento.”
Esta misma idea subyacía a los manuales de urbanidad de nuestras escuelas, en épocas en las que la población rural era muchísimo más numerosa que la actual.
Al hombre rural había que convertirlo, mediante la enseñanza en su niñez en las aulas, al ideal del hombre urbano, "urbanizado": en sus maneras de comportarse (muchos libros de lectura manuscrita intentaban ayudar a saber cómo dirigirse a personas de otro rango, o a leer un contrato o un recibo), en la visión de cosas (aviones, puentes, máquinas…) que en su mundo rural no existían, en saber apreciar determinadas obras de arte. Aunque, lamentablemente, la mayoría de los habitantes de nuestras ciudades actuales realmente no responden a los criterios de cultura y urbanidad que se pretendían trasladar hace unas décadas a esas personas que habitaban núcleos rurales.
Pero, como esa pretensión sí que existió, a modo de ejemplo presentamos en nuestro libro de esta semana un primer manual de urbanidad. Y dejaremos para más adelante una breve descripción de la historia de este género de manuales al hilo de la presentación de otros textos de urbanidad.
Éste, concretamente, es el escrito por “la Excelentísima Señora D.ª Isabel M.ª del Carmen de Castellví y Gordón, condesa del Castellá”.
La edición de la que disponemos en el CRIEME de Polanco es la 6ª, de 1940, aunque el libro se publicó por primera vez en 1916; siendo la última edición de la que tenemos noticia de 1957.
Tuvo este manual una gran difusión, no solo en España, sino también en Latinoamérica. En concreto, hemos localizado la existencia de ejemplares en bibliotecas de Argentina y de Méjico.
La autora fue una conocida escritora valenciana, también de cuentos y de poesía (Poema del cisne es su libro más conocido), y que cultivó, asimismo, con gran éxito el artículo periodístico (colaboró en El liberal de Barcelona y en El Imparcial de Madrid, entre otros periódicos).
Contra lo que pudiera pensarse, el libro, y así lo dice al principio del mismo Isabel Castellví, vale lo mismo para los niños que para las niñas, y a lo largo del mismo lo que se dice no nos suena, realmente, a excesivamente retrógrado.
Divide la autora el libro en diez bloques temáticos: Preliminares, En familia, En la escuela, En la calle, En el tren o tranvía, En las tiendas, En el teatro, Las visitas, La correspondencia y Los regalos. A su vez, algunos de los bloques se subdividen en aspectos más concretos.
Todos los temas poseen una estructura similar. Comienzan con unas preguntas dirigidas al hipotético niño o niña que lo está leyendo, para, a continuación, indicar cuál debe ser el comportamiento adecuado en ese caso y por qué. Luego, se propone un caso práctico, que exige una contestación por parte del lector. Y, en tercer y último lugar, aparece un formulario con normas que sobre el particular deben observarse.
Eso sí, llaman la atención, lógicamente, a pesar de lo bien redactado en cuanto a fondo y forma que está el libro, pequeños detalles que podemos considerar poco “actuales” en las normas que nos aconseja seguir este manual. Por ejemplo:
-"¿Qué dirías de un hombre que tuviese por costumbre permanecer siempre con la gorra o el sombrero puesto…?" (p. 23) Pues Fernando Alonso, el meritorio corredor asturiano de Formula 1, comparece siempre en las ruedas de prensa tocado con su gorra publicitaria, sin ser ello en absoluto signo de mala educación.
-“No andes jamás con el traje rasgado o descosido, ni arrugado…” (p. 39) Determinados estilos actuales de ropa contradicen este mandato.
-Para los hijos con respecto a los padres: “Haz lo que te manden con prontitud…” (p. 43). Hoy en día, en la mayoría de los casos, sería un consejo más bien válido al revés: para los padres respecto de los hijos.
-“Cuando veas que los dependientes están todos ocupados despachando a otra personas, no muestres impaciencia…” (p. 83) Si se respetara esto, sobre todo en época de rebajas, no daría tiempo a la gente a ir a todas las tiendas que tienen previsto “asaltar”, y serían otros más avispados o avispadas los que conseguirían esa deseada oportunidad a precio tan bajísimo.
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Semana del 20 al 26 de junio

D. Victoriano F. Ascarza, Nociones de química y mineralogía. Madrid, El Magisterio Español, s. f.
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La implantación de la enseñanza graduada supuso un avance muy considerable en la educación española, que se encontraba en un estado de cierto aletargamiento desde la publicación de la conocida como Ley Moyano de 1857.
Fue el conde de Romanones, en el primero de sus mandatos como ministro de Instrucción pública y Bellas Artes, el que amplió hasta los doce años la obligatoriedad de la escolarización y estableció tres grados en la primera enseñanza pública: párvulos, elemental y superior.
En el mismo decreto en el que se establecía lo anterior (Real decreto de 26 de octubre de 1901) se publicó el listado de las materias que a partir de ese momento debían impartirse, añadiéndose que “los programas del grado elemental y superior para el estudio y examen de las materias señaladas en el art. 3.º se publicarán oportunamente por el Ministerio del Reino.”
Pero, como en otras ocasiones, esa publicación no llegó a realizarse. Por ello, cobraron los manuales escolares un papel fundamental como guía de los contenidos que debían desarrollar en las clases los maestros y maestras españoles.
Fueron los autores y editores los responsables en la práctica de las programaciones de las diversas materias. Aunque también ejercieran las asociaciones de maestros, las revistas profesionales y los anuarios de las escuelas un cierto papel en esta ayuda a quienes debían trabajar día a día con niños y niñas.
El libro de esta semana, de Victoriano Fernández Ascarza, autor del que ya comentamos un libro en la semana del 28 de marzo al 3 de abril, es un claro ejemplo de manual integrado dentro de una serie cíclica de libros que abarcaban en cada materia los diferentes niveles que debían impartirse en las aulas.
En concreto, este manual está dedicado a la química y la mineralogía dentro de la materia “Ciencias físicas, químicas y naturales” del decreto citado de 26 de octubre de 1901.
El manual se integra dentro de la colección de manuales que en la editorial El Magisterio español estaba a cargo del propio Ascarza y de don Ezequiel Solana.
El libro se compone de veintiuna breves lecciones (cada una de ellas ocupa una sola página con entre seis u ocho apartados). Todas las lecciones se completan con un Cuestionario que hace exactamente una pregunta sobre lo dicho en cada apartado, ejerciendo este cuestionario más de catecismo que de otra cosa. Para finalizar cada lección, encontramos unos Ejercicios muy interesantes y variados, con cantidad de propuestas de experimentos para hacer en clase, si se disponía de los medios para ello, cosa no fácil en las escuelas rurales de la España de entonces.
Ocho láminas con dibujos muy bien realizados y un vocabulario al final del manual completan este sencillo pero suponemos que muy útil, por lo antes señalado, librito.
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Semana del 13 al 19 de junio

Virgilio Pérez y Hernández, Los Centros de Colaboración Pedagógica. Gerona-Madrid, Dalmáu Carles, Pla (Colección "Biblioteca de Pedagogía Moderna", n.º 2), 1936, 2ª ed.
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Este libro, donado al CRIEME de Polanco por Manuel Santander Díaz, inspector de Educación destinado en Cádiz, está publicado en una fecha que resultó decisiva dentro de la historia de la formación del profesorado en España. Porque hasta ese año, y durante todo el periodo republicano, el esfuerzo institucional realizado para favorecer el reciclaje permanente del Magisterio fue muy grande.
Tras la Guerra Civil, se vivieron largos años de ausencia casi total de posibilidades formativas para maestras y maestros. Solo a partir de la creación del CEDODEP, en 1958, se retomó poco a poco lo que más de veinte años antes había sido práctica muy desarrollada. Y es lo que vemos en nuestro libro de esta semana.
Virgilio Pérez, inspector entonces en Santander y redactor del mismo, comienza en su libro volviendo la vista atrás unos diez o doce años, cuando las actividades formativas de los maestros en lugares apartados de los grandes núcleos urbanos tenían “un delicioso sabor romántico”, en un ambiente donde aún esas actividades no estaban totalmente asumidas, ya que a aquello “los insensatos (lo) llamaban perder el tiempo y los envidiosos e incapaces calificaban de inservible.” (pp. 7-8)
Lo que se debió en sus inicios a impulsos de particulares, se oficializó en el decreto de 2 de diciembre de 1932, siendo ministro de Instrucción Pública Fernando de los Ríos, que reorganizaba la Inspección profesional de Primera enseñanza. En concreto, en el artículo 14, 9º (en el libro de Virgilio Pérez aparece erróneamente que en el artículo 9º) se indica que a la Junta de Inspectores de cada provincia corresponderá, entre otras tareas, la de “fomentar la creación de Centros de colaboración pedagógica agrupando en ella Maestros de pueblos próximos que se reúnan periódicamente para estudiar aspectos concretos de la vida escolar, hacer lecciones modelo seguidas de crítica, adquirir mancomunadamente el material, promover actos públicos a favor de los intereses de la Escuela, etc.”
A lo largo de las siguientes páginas, explica brevemente el autor lo que es un Centro de Colaboración Pedagógica, sus aspiraciones, sus funciones, la diferencia entre los centros rurales y los urbanos y la labor realizada por los mismos hasta ese momento.
Se incluyen interesantes fotografías realizadas en reuniones de Centros de Colaboración Pedagógica de la provincia de Santander: una en la reunión final del curso 1932-33 del de Santoña, otra en el de Hoz de Anero (se ve a niños realizando tareas dentro del aula, que siguen atentamente los maestros que asisten a la reunión), otra en el de Bárcena de Cicero (reunión celebrada al aire libre y teniendo como fondo el edificio que, afortunadamente, aún se conserva), otra en el de Arnuero (“Arunero” pone el pie de la foto) y una última también en el de Santoña (con los asistentes atendiendo ante una pizarra pautada con notas musicales escritas).
En un breve “Apéndice”, nos reproduce el autor, por si pudieran servir de ayuda, los reglamentos para el funcionamiento de sus Centros de Colaboración Pedagógica publicados por las inspecciones de Palencia y de León.
Por último, decir que Cosme Virgilio Pérez y Hernández fue inspector de Primera Enseñanza en Santander desde noviembre de 1932. Había nacido en Belvís de la Jara (Toledo) el 27 de septiembre de 1894, obteniendo el título de Maestro Superior. Es nombrado Inspector Jefe de la provincia de Santander el 2 de septiembre de 1937, dentro del conjunto de disposiciones publicadas para sustituir rápidamente a las personas que ostentaban cargos educativos en la provincia tras la toma definitiva de la misma por las tropas franquistas (Boletín Oficial del Estado, Burgos, 5 de septiembre de 1937). Hasta esa fecha, el Inspector Jefe era Daniel Luis Ortiz Díaz.
Aunque indiquemos que el acta de la reunión de los inspectores de Primera Enseñanza de la provincia de Santander en sesión extraordinaria de 1 de septiembre de 1937 ya la firma como Inspector Jefe Virgilio Pérez Hernández. En ese acta se recoge que en la citada reunión "se acuerda enviar telegramas de felicitación y adhesión al Generalísimo Franco y al Excmo. Sr. Presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado."
En 1939, Virgilio Pérez se trasladará a Gerona y posteriormente a Madrid, donde más tarde será nombrado, en concreto en 1962, Inspector central de Enseñanza Primaria, concediéndosele en 1964 el ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
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Semana del 6 al 12 de junio

D. Pedro de Alcántara García, Educación intuitiva, lecciones de cosas y excursiones escolares. Madrid, Librería de Perlado, Páez y C.ª (Sucesores de Hernando), 1902, 2ª ed., notablemente reformada y aumentada.
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Allá por el mes de enero de este año comentamos el manual de C. B. Nualart titulado Lecciones de Cosas (Libro Tercero). Este género de manuales escolares llamado de “lecciones de cosas”, bajo este título exacto u otros similares, se publicó en España durante décadas y fue muy utilizado en las escuelas. Sin duda, más adelante tendremos ocasión de traer a “El libro de la semana” algún otro manual perteneciente a este género.
Pero esta semana vamos a presentar un libro que sirve como justificante teórico de la utilidad didáctica de los manuales de lecciones de cosas.
Su autor es don Pedro de Alcántara García, conocido pedagogo del último cuarto del siglo XIX y comienzos del XX.
Pedro de Alcántara García Navarro nace en Córdoba en 1842 y fallece en Madrid en 1906. Maestro por la Escuela Normal de Maestros de Córdoba y profesor normalista por la Escuela Normal Central de Maestros de Madrid, ocupó diversos cargos en la Administración (entre otros, fue secretario del Museo Pedagógico Nacional) y tuvo una destacada actividad periodística. En 1876, fue nombrado profesor de Pedagogía especial de párvulos por el sistema Fröbel en las Escuelas Normales Centrales de Maestros y Maestras. Organizador y participante en múltiples congresos pedagógicos, entre otros del Congreso Nacional Pedagógico de 1882.
Entre sus numerosas obras, destacaremos las siguientes:
-Fröbel y los jardines de infancia (1874)
-Teoría y práctica de la educación y la enseñanza (1879-1889) (8 vols.)
-Prolegómenos a la antropología pedagógica (1880)
-La educación popular (1881)
-Educación intuitiva y lecciones de cosas (1881). 2.ª ed.: Educación intuitiva, lecciones de cosas y excursiones escolares (1902), reformada y ampliada
-Nueva moral práctica (1885)
-De las teorías modernas acerca de la educación física (1886)
-Tratado de higiene escolar (1886)
-El método activo en la enseñanza (1891)
-Compendio de pedagogía teórico-práctica (1891)
-Tratado de pedagogía (1895)
-La educación estética y la enseñanza artística en las escuelas (1888)
-La enseñanza del trabajo manual en las escuelas primarias y las Normales (1903)
Además, señalar que fundó en 1891 la revista, considerada como la más importante publicación pedagógica española de enseñanza primaria de la época, La Escuela Moderna, dirigiéndola hasta su fallecimiento.
Como decíamos al principio, el libro de esta semana pretende justificar el uso pedagógico de las lecciones de cosas, para lo que, en la primera parte del mismo, nos describe Pedro de Alcántara García cómo es el proceso de desarrollo intelectual del niño y la importancia de los sentidos corporales en él, la curiosidad, la imitación y el deseo de saber y su inclinación hacia la naturaleza. A continuación, nos explica el fundamental papel de la intuición en ese desarrollo, tomando como referentes a importantes pedagogos de la historia que lo han resaltado, entre ellos a Pestalozzi.
Y serían las lecciones de cosas, como aplicación de la enseñanza intuitiva natural, un apropiado ejercicio para despertar a los niños a la vida de la inteligencia. Así, nos dice García Navarro en las pp. 69-70: “Las lecciones de cosas que, según se ha visto, no son más que una enseñanza intuitiva, se pueden y deben considerar desde los tres puntos de vista que se expusieron en los respectivos capítulos, al tratar de la enseñanza y de la intuición, á saber: 1.º, el desenvolvimiento de las facultades intelectuales; 2.º, la cultura de las facultades morales, y 3.º, la adquisición de conocimientos.
Á estos puntos de vista hay que agregar otro importante, cual es el de la formación del lenguaje, en cuanto que, mediante las lecciones de cosas, pueden suministrarse al niño, natural y gradualmente, las palabras de que tenga necesidad para expresar las ideas que vaya adquiriendo y los pensamientos que éstas le sugieran…”
Desgrana después el autor las condiciones para que el uso pedagógico de las lecciones de cosas y de las excursiones educativas sea eficaz.
Por último, señalar que dedica muchas páginas a hablar del papel que pueden desempeñar en esta enseñanza intuitiva los Museos escolares o Museos tecnológicos en las escuelas (láminas de Historia sagrada, profana y natural; de artes y oficios, de industrias, etc.; cajas para las lecciones de cosas; colecciones de minerales, de botánica, de zoología; instrumentos de Física, de Geografía, de Agricultura y de Agrimensura). También la importancia de la realización de fotografías, el uso de aparatos de proyecciones luminosas y el de microscopios.
En los capítulos VIII a X da ya ejemplos específicos para trabajar con los niños usando el método intuitivo y, en concreto, las lecciones de cosas. Para reflexionar, en el último capítulo, sobre la importancia de considerar al niño como agente activo de su educación.
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Semana del 30 de mayo al 5 de junio

Enrique Millán, El razonamiento lógico (2 tomos). Santander, Imp. y Enc. de la Librería Moderna, s. f. (ca. 1941).
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Hasta época relativamente reciente, era habitual que los catedráticos de los Institutos Provinciales editaran sus propios manuales. En principio, esos textos iban dirigidos a los alumnos a los que cada autor impartía clase, aunque en ocasiones determinados profesores lograron que sus libros se vendieran por toda España. Como ejemplo de estos últimos, citemos a Orestes Cendrero, profesor del entonces llamado Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Santander, que publicó con éxito manuales difundidos por todo nuestro país, o al autor del libro de esta semana, Enrique Millán Pérez, que, como Cendrero, trabajó en el Instituto de Santander.
Las referencias que tenemos de este último profesor son las citadas en la publicación El Instituto de Santander (Estudio y documentos), de Benito Madariaga y Celia Valbuena (libro editado en 1971 por la Institución Cultural de Cantabria de la Diputación Provincial de Santander). Nos dicen en él los autores que don Enrique Millán poseía el título de Licenciado en Filosofía por la Universidad de Zaragoza y que fue catedrático numerario de Psicología, Lógica, Ética y Rudimentos de Derecho en el Instituto general y técnico de Santander desde el 31 de diciembre de 1919. Además, en la página 62, y al hilo de una serie de anécdotas sobre el profesorado que impartió docencia en este centro a lo largo de su historia, indican los autores que “don Enrique Millán utilizaba el procedimiento de corregir con tinta morada los apuntes que recogían los bachilleres durante sus explicaciones.” Solo esto sabemos del autor del manual que comentamos (tanto en este caso, como en todos los demás, agradeceríamos las posibles ampliaciones o rectificaciones que nos comuniquen nuestros lectores de los datos que aportamos en “El libro de la semana” dirigiéndose a: documentacion@muesca.es).
La obra está repartida en dos volúmenes. Y, en la breve introducción, el autor nos señala la importancia del entendimiento, guiado por el razonamiento lógico, dentro de las facultades humanas.
El referente fundamental, señala Enrique Millán, para la elaboración del manual ha sido el pensamiento aristotélico, pero no de manera literal, sino atendiendo a los desarrollos que del mismo hicieron pensadores españoles como “Suárez, Vives, Balmes y el mismo Menéndez Pelayo”.
El Tomo I lo dedica a la lógica (definición de lo que es la lógica, los términos, juicios y proposiciones, el razonamiento, la deducción, el silogismo, la inducción…) y el II a la crítica o gnoseología (la verdad, las fuentes del conocimiento, la objetividad…) y a la filosofía de la ciencia (métodos, hipótesis, demostraciones…).
Enrique Millán, como decíamos antes, aparte de este libro publicó otros varios que, a tenor del número de ediciones que se realizaron de algunos de ellos, debieron de alcanzar bastante difusión.
De los que tenemos conocimiento nosotros, además del que hemos comentado, es de los siguientes (indicamos la primera de las ediciones de la que poseemos los datos):
-San José de Calasanz, Pedagogo: Discurso. Madrid, March y Samaran, 1918.
-Manual de Psicología. Santander, Editorial Cantabria, 1946, 4ª ed. (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
-Derechos y deberes del hombre. Santander, Librería Moderna, 1947, 3ª ed.
-Metafísica general: Ontología. Apéndice al razonamiento lógico. Santander, Imprenta de la Librería Moderna, 1950, 5ª ed.
-Metafísica general: Ontología, Cosmología. Santander, Editorial Cantabria, 1953, 6ª ed. (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
-Metafísica general: Ontología, Cosmología, Teodicea. Madrid, Imprenta Héroes, 1959, 8ª ed. (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
-Metafísica general: Ontología-Cosmología, Teodicea. Madrid, Imprenta de las Escuelas Profesionales “Sagrado Corazón de Jesús”, 1963, 10ª ed. (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
-Lecciones de ética. Madrid, Imprenta Héroes, 1960 (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
-Lecciones de lógica. Madrid, Imprenta Héroes, 1960 (como autor secundario aparece María Millán y de Val).
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Semana del 23 al 29 de mayo

Domingo Bedia y Baltasar Baquero, Geografía Elemental de la Provincia de Santander. Santander, Imprenta Hernández, 1947.
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Este pequeño libro de geografía de 1947 (en la portada aparece 1946) está hecho para ser usado como manual por los estudiantes, ya que, en el Prólogo, señalan los autores que se determinaron a escribirlo “en la idea de ser útiles en general a la población escolar española y en particular a la montañesa”. Y que “para mejor orientación de maestros y profesores, hemos distribuido las enseñanzas en 22 temas o capítulos: 11 de Geografía General de la Provincia y otros 11, uno por cada Partido Judicial.”
Con didácticas que ahora son lugar común en nuestras aulas, sugieren también los autores en este Prólogo que “el pedagogo puede dedicar, antes de iniciar a los alumnos en el estudio de este libro, dos sesiones al conocimiento del Pueblo y del Ayuntamiento o Valle, primera unidad natural. Luego puede iniciarlos en el conocimiento del Partido Judicial correspondiente y de aquí, directamente, a la Geografía General de la Provincia. No es necesario el estudio particular de los demás Partidos Judiciales, puesto que de todos ellos se habla en la primera parte de esta obra.”
Y, con afán interdisciplinar, recomiendan “la ampliación de las lecciones a base de lecturas de trozos escogidos de autores montañeses (Pereda, Amós de Escalante, Concha Espina, etcétera), que harán más sugestivas, más eficaces y mas vividas las lecciones.”
Efectivamente, el manual se estructura en dos partes.
La Primera Parte comienza con la Geografía General de la Provincia, donde se hace una brevísima historia de los orígenes de la misma.
En la Geografía Física se describen características como cabos, playas, puertos, cumbres más elevadas, pasos de montaña, ríos, clima…
A continuación, la Geografía Económica: minería, la flora, la fauna, la agricultura y ganadería. Para pasar, dentro de este apartado, a hablar de la industria y las comunicaciones, con la indicación en la página 42, triste de recordar por la injusticia que supuso su no puesta en marcha debido a presiones políticas, de que “se encuentra en construcción el último trozo del ferrocarril Santander-Mediterráneo.” En cuanto a las vías de comunicación por carretera, se señalan las líneas de autobuses existentes; también las marítimas (líneas de pasajeros con Cuba, Méjico, Estados Unidos y Guinea Ecuatorial). Y en cuanto a las comunicaciones por avión, se dice que el aeródromo de La Albericia (tan usado durante la Guerra Civil) “no reune (sic) las condiciones necesarias”. Pero que “existe un proyecto de aeropuerto que se construirá en el espacio comprendido entre la dársena de Maliaño, Nueva Montaña y Parayas. Ocupará un área aproximada al de la Ciudad y tendrá tres pistas extensas. Será el mayor y mejor emplazado de
España.”
En la Geografía Política se indica que “el número de habitantes excede a los 400.000”. Y también que “los montañeses conservan el idioma castellano en toda su pureza, a diferencia de sus vecinos los asturianos y los vascos.” De Santander se dice que “es una moderna y próspera ciudad de más de 100.000 habitantes.”
La Segunda Parte es ya la descripción de las características existentes en cada uno de los once partidos judiciales. Como nos extenderíamos demasiado si comentamos esta segunda parte, lo dejaremos aquí; aunque quizás más adelante tengamos ocasión de hacerlo. Solo vamos a referirnos brevemente a los autores del manual.
Domingo Bedia Ocejo, maestro nacido en Gajano (Cantabria) en 1919, ejerció siempre en pueblos de esta región; en concreto, en Cartes, Correpoco, El Astillero y Mirones. Publicó el poema Senda en el n.º 2 (mayo de 1944) de la revista “Proel”.
Baltasar Baquero García, también maestro, nació en Villamuriel (Palencia) en 1889. Hasta su jubilación, a los setenta años, ejerció primero en pueblos de las provincias de Palencia y de León, para trasladarse a El Astillero, en la provincia de Santander, en 1943, escuela en la que coincidió con Domingo Bedia y donde permaneció ya el resto de su vida laboral.

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Semana del 16 al 22 de mayo

Andrés Manjón, El maestro mirando hacia fuera o de dentro a fuera (Primera Parte). Edición Nacional de las Obras Selectas de don Andrés Manjón, vol. VI. Madrid, Patronato de las Escuelas del Ave-María, 1949.
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Dejamos pendiente la semana pasada, al comentar el libro de un sobrino suyo, una referencia más amplia al Padre Manjón y a alguno de los volúmenes de sus Obras selectas, tan habituales en las escuelas españolas de los años 50 y 60.
Andrés Manjón y Manjón nace el 30 de noviembre de 1846 en Sargentes de la Lora, al norte de la provincia de Burgos, pueblo que saltó a las portadas de todos los periódicos españoles en 1964 por el descubrimiento de yacimientos de petróleo en su término municipal.
Tras aprender las primeras letras en la escuela de Sargentes, en 1857 va a estudiar a Sedano, en 1858 a Barrio-Panizares y a Burgos, y en 1859 a Polientes, en Cantabria.
En esta última localidad, distante poco más de seis kilómetros en línea recta de Sargentes, existía una preceptoría de latinidad que estaba a cargo de un dómine de nombre don Liborio. Aquí estudia Andrés Manjón durante dos cursos, con una pedagogía de “la letra con sangre entra” que le resulta dura de soportar y que veremos contrastará con la que él va a promover años más tarde en sus libros.
Desde septiembre de 1861 estudia en Burgos, como externo en el Seminario. En esta ciudad logra concluir Filosofía y Derecho.
Imparte posteriormente docencia en las universidades de Valladolid y de Salamanca, vive una temporada en Madrid (coincide su estancia en la capital con la creación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, a la que Manjón siempre verá como opuesta a sus ideas) y en 1878 obtiene la Cátedra de Disciplina Eclesiástica en la Universidad de Santiago de Compostela, trasladándose en 1880 a la misma Cátedra de la Universidad de Granada, ciudad donde pasará el resto de su vida.
En esta capital andaluza se ordenará sacerdote en 1886 y fundará en 1889 la primera de sus Escuelas del Ave-María, que en 1920 llegarán a ser más de trescientas entre España y otros países.
Murió el 10 de julio de 1923.
A raíz de la fundación de esas escuelas, como una tarea humanitaria de ayuda a los niños y niñas más desfavorecidos, profundiza en temas pedagógicos.
Define la Pedagogía como “la ciencia y el arte de educar e instruir al hombre, esto es, un conjunto de principios científicos y reglas prácticas cuyo objeto final es hacer hombres cabales y completos, tal cual Dios los quiere y la sociedad los necesita.” Que se concretaría, entre otros objetivos, en ser una educación única por su fin cristiano, integral, progresiva, receptora de la tradición, activa, estética, cristiana... Debería buscarse ir más allá de la mera instrucción; ir a la educación, que permitiría al pueblo sumido en la pobreza salir de ella.
En sus escuelas se practicaba una enseñanza intuitiva y practica, procurando la creación de un ambiente agradable -impartiéndose la docencia al aire libre cuando ello era posible- tan diferente del experimentado por él, entonces Andresillo, en sus peregrinajes académicos por los señalados y fríos pueblos de Burgos y Cantabria.
Los pensamientos pedagógicos del Padre Manjón al principio se publicaron en las conocidas “Hojas del Ave-María”, reunidas en forma de volúmenes posteriormente.
El libro concreto que reproducimos esta semana es la primera parte de El maestro mirando hacia fuera o de dentro a fuera. Y fue publicado como volumen VI dentro de la Edición Nacional de la Obras Selectas de don Andrés Manjón en 1949.
La primera edición en forma de libro había aparecido en 1923-1924.
La primera de sus partes (Libro Primero) habla sobre el maestro, concretando en las pp. 16-18 lo que debe ser y lo que no debe ser. La segunda parte habla de los necesarios ideales religiosos que debe poseer el maestro. La tercera, de los principios morales que deben, igualmente, tener éstos. Y ya en la cuarta y última entra en concreciones didácticas que el buen maestro debe desarrollar con sus alumnos, muchas de las cuales nos pueden sonar, porque aún hoy se preconizan en España, como si fueran novedades. A modo de ejemplo, lo que dice en las pp. 328-329 de ese Libro Cuarto titulado genéricamente “Maestros didácticos y antididácticos”: “Los que desarrollan y educan ejercitando y los que lo hacen parlando: B.- Habla mucho y bien, pero no hace ni obliga a hacer, por lo cual no educa ni instruye. (Es un verbalista.)"
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Semana del 9 al 15 de mayo

Pedro Manjón, Biografías Amenas. Granada, Imprenta-Escuela del Ave-María, 1937.



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Pedro Manjón Lastra, el autor del libro de esta semana, fue sobrino de don Andrés Manjón, catedrático de la Universidad de Granada, posteriormente ordenado sacerdote y fundador de las Escuelas del Ave-María en esa misma capital andaluza.
Como no sería posible en pocas palabras hablar de la pedagogía del Padre Manjón, vamos a dedicar el libro de la semana que viene a comentar uno de los dirigidos a los maestros escritos por él; libros que no solían faltar entre los más bien escasos que disponían nuestras escuelas en los años 50 y 60.
Volviendo a su sobrino, y autor del manual Biografías Amenas, decir que fue también sacerdote y continuador de la obra pedagógica de don Andrés en las Escuelas del Ave-María.
Los libros sobre biografías de personajes célebres más difundidos en nuestras aulas tras la Guerra Civil fueron los del Antonio Juan Onieva. Allá por el mes de enero último comentamos dos de ellos, que, como vimos, están escritos de manera bastante rigurosa y apropiada para su uso escolar.
No podemos decir lo mismo de la Biografías Amenas de Pedro Manjón.
Publicado en 1937 en Granada, señala el autor en el Prólogo que, siguiendo en esto la pedagogía de D. Andrés Manjón, pretende el libro que los alumnos aprendan las vidas de las personas importantes en la historia de España de una manera activa. Su tío, nos dice Pedro Manjón, “quería igualmente redactar biografías de personajes célebres, pero no pudo y rogó a sus sucesores que las hicieran para enseñanza y solaz de nuestros pobres niños.”
Y, manos a la obra, su sobrino quiso que los propios escolares recitaran en voz alta las vidas de aquellos y aquella (solo una, Isabel la Católica; aunque podríamos decir que hay una segunda de la que ahora hablaremos) que en el texto aparecen.
El tono de todo el libro es de una gran exaltación patriótica hacia la “nueva España”.
Sería importante, para que hechos así no se volvieran a repetir, explicar a las nuevas generaciones que en Granada coincidieron en el tiempo personas de singular valía, aunque de ideologías diferentes, como el padre Manjón y Federico García Lorca. Pero que nuestro carácter cainita hizo que uno de los dos acabase fusilado una noche de agosto de 1936. Si éste es nuestro carácter, nuestra manera de ser, lo que nos hace ser españoles, mejor sería no conservarlo demasiado.
El libro, por ser totalmente partidista, carece absolutamente de rigor. Casi en cada capítulo podríamos encontrar ejemplos de ello.
La portada es realmente significativa y poco original, con la bandera rojigualda y en el centro de la misma una reproducción del famoso cuadro de Francisco Pradilla “La rendición de Granada”.
Ya en la primera de las biografías, dedicada a Viriato, pone en boca del guerrillero lusitano que “no tengo inconveniente en llamarme español a boca llena” (la muy sensible hacia estos temas Manuela Ferreira, miembro del PSD portugués, no sé qué opinará de esto). Y en ese mismo capítulo encontramos concesiones al lenguaje popular excesivas (las hay a lo largo de todo el libro), tales como: “En mi tiempo cortaba el bacalao en el mundo el Imperio Romano”.
El capítulo sobre el Cid Campeador no se queda corto, pues en él dice el héroe castellano que “cuando veía a un moro, me ardía la sangre en mis venas…” Poco rigor histórico posee aquí Pedro Manjón, pues es sabido que el Cid era un personaje precisamente muy arabizado.
En el capítulo dedicado al Cardenal Cisneros, se permite el autor poner en boca de este gobernante de los siglos XV-XVI comentarios sobre la actualidad, como la crítica a la creación de una Universidad en Madrid (la Universidad Central, actual Universidad Complutense): “en medio del ruído (sic) que distrae y de diversiones que disipan e impiden el estudio…”, como contraposición a la universidad por él fundada en lugar más tranquilo como es Alcalá de Henares.
También en el capítulo sobre Cisneros, un anacronismo grave, ya que señala: “yo me pasé la vida luchando con la palabra… y con la espada… y en las torres de Orán ondeó la bandera roja y gualda de nuestra querida Patria.” Y cualquiera sabe que hasta 1785 no se comenzó a usar la enseña con esos colores, como pabellón de la Marina, en los buques de guerra españoles.
Y, para acabar, señalar que dijimos que había un segundo personaje femenino junto a Isabel la Católica. No se trata de ninguna persona concreta, sino de la República, a las (se refiere a la Primera y a la Segunda) que Pedro Manjón vapulea: “váyase para siempre, pues representa la barbarie, la incultura, el crimen, el salvajismo…”
Podríamos seguir con muchas más cosas, pero ya lo dejamos. La semana que viene nos referiremos a la labor pedagógica y social realizada por su tío Andrés.
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Semana del 2 al 8 de mayo

Daniel Nagore, El Segundo Catecismo de la Escuela Rural: La Agricultura al alcance de todos. Pamplona, Editorial Aramburu, 1941.
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Retomamos la presentación de manuales escolares que dejamos antes de las vacaciones de Semana Santa con El Quijote.
Y lo hacemos con un curioso libro editado en Pamplona en 1941: El Segundo Catecismo de la Escuela Rural: La Agricultura al alcance de todos.
Ha llegado este libro a nuestro centro gracias a la donación realizada hace tan solo unos días por Guillermo Iriarte Aranaz, actual Responsable de Información y Nuevas Tecnologías del Centro de Recursos de Educación Especial de Navarra, con sede en Pamplona.
Y decimos que el libro posee cierta curiosidad ya que, según nos indica Guillermo Iriarte, fue el primero que la Junta Superior de Educación de Navarra aprobó después de la Guerra Civil.
Esta Junta Superior de Educación lo impuso como obligatorio para todas las escuelas, “de niños, nacionales, municipales y privadas de Navarra.”
Ya vimos, al comentar allá por el mes de abril un catecismo de agricultura de la editorial Saturnino Calleja, la importancia que en España, desde finales del XIX (merced a la Ley de 1 de agosto de 1876 que establecía como obligatoria la enseñanza de una Cartilla agraria) y hasta mediado el XX tuvieron estos manuales específicos.
El autor del de esta semana es Daniel Nagore Nagore, Ingeniero Director de Agricultura y Ganadería de la Diputación de Navarra y Profesor de la Escuela provincial de Peritos agrícolas, muy afecto al nuevo régimen recién instaurado.
Fue alcalde de Pamplona entre 1944 y 1946 y, por ello, también Procurador en Cortes en Madrid durante ese mismo periodo.
No era alguien nuevo en la redacción de manuales escolares de agricultura, ya que en el año 1929 ganó el Concurso de textos oficiales para el Bachillerato universitario (año común) convocado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo Ministro don Eduardo Callejo, dentro del apartado de libros de Agricultura. En la resolución se lee que, por unanimidad, se concedía al manual de Agricultura de Nagore presentado bajo el lema “In sudore vultus” la cantidad de veinticinco mil pesetas de premio y el ser declarado texto oficial para los estudios del Bachillerato en los Institutos Nacionales de Segunda enseñanza.
El libro apareció en el mercado en 1930 con el título de Tratado elemental de Agricultura, publicado por el propio Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Sus contenidos responden a los siguientes epígrafes: ciencia, tecnología, meteorología, climatología, agronomía, agrología, biología agrícola, jardinería, horticultura, arboricultura, cultivos, cereales, frutales, herbicultura, vegetales, zootecnia, industria y economía.
Pero, volviendo ya al que es el libro de esta semana, indicar que este catecismo consta de 381 preguntas englobadas dentro de treinta y un capítulos. Cada uno de ellos acaba con unos Ejercicios y un Resumen. Y las últimas once páginas están dedicadas a unas Lecturas para niños, relacionadas con el campo, que rompen un tanto con la rigidez de preguntas y respuestas de todas las páginas anteriores.
Daniel Nagore fue autor, aparte ya de las publicaciones específicamente dirigidas a los escolares, de otras muchas de diferentes temas de agricultura.
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Semana del 18 al 24 de abril

Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Zaragoza, Editorial Luis Vives, 1954.


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En principio, el uso de textos clásicos debería ser la mejor manera para incentivar el hábito de la lectura en los niños y niñas dentro del ámbito escolar. Pero, seguramente, eso es solo una teoría.
Recuerda uno sus ya lejanos años escolares, cuando las andanzas del Cid Campeador -que si se va de Vivar, que si deja a buen recaudo a su familia, que si en Burgos no encuentra donde quedarse…- no fomentaban precisamente el que los niños experimentásemos placer al leerlo, sino más bien todo lo contrario. Luego venían Gonzalo de Berceo, don Juan Manuel, el Arcipreste de Hita, La Celestina… Bueno, por lo menos en estos dos últimos casos se introducía una nota de erotismo para aquellos jóvenes de una España en la que el sexo contrario se veía de lejos o en el celuloide. Y poco después Jorge Manrique y las coplas al padre, en las que quedaba muy claro que este último era un señor que se había muerto.
Tiempo después, cuando uno entró en contacto con la literatura del siglo XX, se preguntó lo conveniente que hubiera sido usar un criterio no cronológico y haber empezado por leer en clase a Delibes, a Carmen Laforet, a los Goytisolo… Seguramente que así muchos niños y niñas hubieran sentido la lectura como algo que debía ocupar un espacio importante en sus vidas.
Pero no; venga a darle vueltas al Cid Campeador… como unas décadas antes se le dieron a don Quijote de la Mancha.
Resulta que desde mediados del siglo XIX se publican en España ediciones del Quijote realizadas para un uso específicamente escolar. En muchas menos páginas que la obra original de Cervantes y con un lenguaje adaptado a las edades de los niños y niñas a quienes iba dirigida, se usaba esta herramienta dentro del tiempo dedicado en las aulas a la lectura extensiva.
Por llegar aún la época en la que aparecerán los libros específicos de las diferentes materias, fueron estos libros genéricamente denominados de lectura los que instruían en los rudimentos de las distintas ciencias y educaban en los principios morales y religiosos.
Volviendo al hidalgo manchego, ya dentro del siglo XX se publicaron normas específicas que recomendaban, o incluso obligaban, al uso del Quijote como libro de lectura en los centros de enseñanza.
Se hicieron en España muchas ediciones adaptadas a los niños y específicamente para su uso escolar, como sucede con nuestro libro de esta semana.
Es una edición de la Editorial Luis Vives de Zaragoza de 1954, con ilustraciones del francés Gustavo Doré, el más famoso de los artistas que han dibujado escenas de Don Quijote de la Mancha, grabadas por Joseph H. Pisan.
Al final de cada capítulo se incluyen unas “Prácticas” con ejercicios diversos de sintaxis, semántica, ortografía, redacción… y unas propuestas para poder reflexionar sobre lo leído en las páginas precedentes.
El uso de textos clásicos como manera de iniciar a los niños y a los jóvenes en el amor por la lectura ha tenido defensores tan ilustres como Miguel de Unamuno, junto a detractores no menos ilustres, entre los que podemos destacar a José Ortega y Gasset.
Bueno, pues con este libro vamos a interrumpir durante la época estival estos amagos de comentarios sobre textos escolares de otro tiempo.
Cuando los calores bajen y se acorten los días, allá por el mes de octubre, esperamos volver con más manuales rescatados de esas aulas del ayer.
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Semana del 11 al 17 de abril

Felipe Gómez, Mecanografía. Método teórico-práctico para lograr una perfecta y rápida escritura al tacto. Libro Segundo: Práctica mecanográfica. Pamplona, Editorial Gómez, 1942, 2ª edición.

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Aunque hubo intentos por conseguir construir una máquina eficaz para escribir desde comienzos del siglo XVIII, habría que esperar hasta 1874 para la aparición en el mercado, por parte de la empresa Remington Typewriter, del para muchos extraño aparato que, de alguna manera, iba a propiciar un gran cambio en el mundo del comercio.
Porque la generalización del uso de la máquina de escribir en el ámbito de los negocios supuso una multiplicación de las posibilidades de desarrollo de los mismos, antes limitados por la dificultad de establecer una correspondencia legible y rápida con clientes o suministradores.
Además, este invento generó una nueva profesión, la de mecanógrafo, que rápidamente exigió unos estudios específicos para aprenderla.
Así, en España, una Real orden de 12 de febrero de 1900, firmada por Francisco Silvela, dispone se admitan en las oficinas públicas los escritos que se presenten “hechos con máquinas de escribir, en los mismos términos y con iguales efectos de los escritos ó copiados á mano”.
En nuestro país, la mecanografía, generalmente unida a la taquigrafía, se introdujo en la reforma de la Enseñanza secundaria de 1926 (el conocido como Plan Callejo) -no como asignatura, sino como trabajo práctico-; impartiéndose, con algunas interrupciones, hasta los años sesenta. También hubo profesorado oficial a lo largo del siglo pasado de mecanografía, entre otros, en las Escuelas de Comercio, en las Escuelas de Magisterio, en las Escuelas de Adultos y en las de Adultas, en los llamados Centros de Enseñanza Media y Profesional, en las Escuelas de Artes y Oficios, en las Escuelas de Trabajo y en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer de Madrid.
Nuestro libro de esta semana es un manual que usó hacia 1943 una alumna en las clases particulares de mecanografía que la maestra Doña Trini, que poseía un colegio privado, daba por las tardes en Reinosa.
Escrito por Felipe Gómez que, tal y como se señala en el mismo, era “Redactor Taquígrafo del Diario de Navarra y Director de la Academia Taquigráfica de su nombre en Pamplona”.
Su método se componía de dos partes, una teórica, de “escritura al tacto”, y esta segunda, centrada en la realización de prácticas de diferentes tipos de formularios de documentos, de gran utilidad porque “los que estudian el arte de escribir a máquina en un centro cualquiera de enseñanza se encuentran desorientados casi siempre e incapaces muchas veces para realizar un trabajo mecanográfico digno de tal nombre” (p. 7).
Cada capítulo se refiere a un modelo de escrito (cartas de propaganda, facturas y presupuestos, telegramas, pólizas de seguros, contratos, etc.) y está precedido por una introducción donde se describen las características del mismo, con unas breves cuestiones para constatar que se ha entendido la explicación.
Para acabar, y a modo de curiosidad, decir que en las páginas 122-123 se añaden las posibilidades de usar la máquina de escribir para hacer arte, con un ejemplo de un retrato de la estrella del cine mudo de los años veinte Clara Bow realizado con signos mecanográficos que, en opinión de Felipe Gómez, “en nada tiene que envidiar a cualquier dibujo realizado a pluma” (aunque a nosotros, sinceramente, nos recuerda más a Estrellita Castro que a la actriz estadounidense…) Sin duda, y como hoy en día solo ven el uso del ordenador y la impresora, este manual de mecanografía, y la máquina de escribir en general, les resultará a los actuales niños y niñas muy de otro tiempo. Casi tanto como a nosotros nos lo parecen las películas de esas dos actrices citadas.
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Semana del 4 al 10 de abril

Ezequiel Solana, Nuevas Fábulas (Segunda Parte de "Fábulas Educativas"). Madrid, Editorial Magisterio Español, s. f., primera edición.
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Escribe Ezequiel Solana dos libros de Fábulas Educativas a comienzos de los años veinte del siglo pasado. El que aquí comentamos es el segundo de ellos.
Se recogen en los mismos la tradición, que duró muchas décadas en los libros escolares de lectura de nuestro país, del uso de las fábulas para el trabajo de práctica de la lectura de tantas generaciones de niños y niñas. Las fábulas de los dos escritores españoles más importantes dentro del género, Iriarte y Samaniego, y de otros clásicos como Esopo, Fedro y La Fontaine se encuentran en multitud de manuales escolares del XIX y del XX.
Esos conocidos autores de fábulas siempre concluían con una moraleja. Y eso mismo aparece en las fábulas que para el libro que estamos comentando escribió Ezequiel Solana.
Encabeza Solana sus fábulas, todas ellas en verso, con un consejo moral o, rebajando un poco el calificativo, al menos consejo “útil” para manejarse en el mundo. Porque mientras aparecen máximas de cierto alcance ético como “Fácilmente es dichoso quien con poco se contenta” (p. 19) o “La conciencia es el espejo del alma” (p. 52); otras, como “El exceso de economía puede llevar a grandes pérdidas” (p. 64) o “Corregid lo pequeño y evitaréis lo grande” (p. 99), son, sin embargo, dudosamente educativas.
Dice Solana en la breve introducción a su manual que las reglas y los preceptos se aprenderán mejor usando, como en este libro, alegorías que puedan resultar entretenidas que si esas normas se explicasen “por medio de lecciones serias y formales”.
Realmente, en aquella época, donde la escuela estimulaba a niños y niñas con contenidos que, por novedosos, les llamaban la atención, la metodología que propone Ezequiel Solana sin duda era muy válida. Leyendo su libro seguro que los alumnos conocían situaciones y maneras de actuar que les llevaban a relacionarlas con la máxima moral que se pretendía que asimilaran.
Esto último no valdría para los alumnos actuales. Porque es tal el flujo de información que reciben hoy niños y jóvenes del exterior (televisión, cine, Internet, viajes…) que aportar desde la escuela más situaciones, reales o ficticias, para la reflexión no serviría de mucho. Por ello, la educación moral de los niños y niñas tiene que consistir en la actualidad en realizar ejercicios con herramientas críticas que posibiliten a cada uno de ellos después aplicar criterios personales ante la avalancha de informaciones que les llegarán, con intenciones la mayoría de las veces no expresas o diferentes de las expresas.
Pero, volviendo a hace noventa años, decir que al final del libro Nuevas Fábulas se añade un breve vocabulario de las palabras que a lo largo del texto han ido apareciendo con un asterisco, para que los escolares pudiesen recurrir a él si no conocían lo que significaba algún término.
Ezequiel Solana nació en el pueblo soriano, actualmente despoblado, de Villarijo, en 1863. Estudió magisterio en Soria, ejerciendo posteriormente en Calatayud, Zaragoza y Madrid. En la capital, funda el periódico El Magisterio Español y más tarde la editorial de igual nombre. Murió en 1931.
La gran mayoría de los libros que publica la editorial Magisterio Español anteriores a 1940 están escritos por el propio Ezequiel Solana o por su íntimo colaborador, tal y como señalábamos en el libro de la semana pasada, Victoriano Fernández Ascarza.
Los textos de Solana, como los de Ascarza, abarcan múltiples materias: libros de lectura, de religión e historia sagrada, dibujo, gramática, geografía, aritmética, geometría, biografías, historia de España, urbanidad…
Decir, por último, que Javier Solana, que fuera Ministro de Educación y Ciencia entre 1988 y 1992 y actual alto representante de la política exterior de la Unión Europea, es nieto de don Ezequiel Solana.

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Semana del 28 de marzo al 3 de abril

Victoriano F. Ascarza, Lecturas ciudadanas (Educación cívica). Madrid, Editorial Magisterio Español, 1933, 4.ª edición.








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Durante la II República, el entonces Director General de Primera Enseñanza del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Rodolfo Llopis, redactó una circular de 12 de enero de 1932 donde indicaba que como se habían ya enviado a todas las escuelas nacionales ejemplares de la recientemente aprobada Constitución, los maestros debían aprovechar para hacer de ésta el centro de la actividad escolar y dar a sus alumnos una serie de lecciones sobre la misma. Señala Llopis que en esos momentos de alegría y meditación en los que “España va a renovar profundamente su vida”, aumenta la responsabilidad de todos, “pero, sobre todo, para los maestros, a quienes la República confía en gran parte esta misión renovadora”.
El libro de esta semana es un manual que, respondiendo a la citada circular del Ministerio, se publicó durante la II República para facilitar ese aprendizaje de la nueva Constitución de la República española de 9 de diciembre de 1931.
Su estructura, además de curiosa, nos parece de una eficacia didáctica admirable.
Nos dice en la introducción a su librito Victoriano Fernández Ascarza que, en su opinión, no es suficiente para conseguir formar futuros buenos ciudadanos con dar a conocer a los escolares el articulado de la Constitución: “no basta ese conocimiento, un tanto teórico, abstracto y doctrinal…”, sino que lo ideal para mover la voluntad de esos escolares hacia un ejercicio individual de ciudadanía era ofrecer ejemplos de personas que con su biografía sirvieran como guía que deberían seguir las nuevas generaciones.
Y elige para ello a cinco personajes que tuvieron esas características dignas de imitación por parte de los niños y niñas: Francisco Pi y Margall (1824-1901), Emilio Castelar (1832-1899), Nicolás Salmerón (1838-1908), Joaquín Costa (1846-1911) y Pablo Iglesias (1850-1925). De ellos, los tres primeros fueron presidentes de la Primera República Española (1873-1874).
Los cinco capítulos de libro poseen una estructura similar. Comienzan con el relato de la vida del personaje, resaltando el esfuerzo y sacrificio que tuvo cada uno de ellos que realizar para conseguir los objetivos que se iba proponiendo, coincidiendo los cinco en la tenacidad de su carácter. A continuación, va insertando los artículos (prácticamente completos) de la citada Constitución de 1931. Y al final de los artículos, unas breves propuestas de ejercicios para aclarar lo leído en los mismos.
Recomienda Fernández Ascarza a los maestros, para poder realizar mejor la explicación del texto constitucional, el uso de otro manual suyo: La Constitución de la República Española comentada.
De cada uno de los personajes cuya biografía se cuenta, se incluye un retrato en el interior del libro. Y, sospechamos que para no tener que dar más importancia a uno de ellos en relación con los demás, se hicieron cinco diferentes impresiones, cada una con el retrato de uno de los cinco en la portada. La que reproducimos nosotros es la edición en la que aparecía en la portada Nicolás Salmerón.
El navarro Victoriano Fernández Ascarza, Profesor de la Escuela Normal de Maestros de Madrid, Astrónomo del Observatorio de Madrid, vocal de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, fue un autor de manuales escolares que publicó libros tanto de temas científicos, como de lectura, derecho, historia sagrada, una enciclopedia, anuarios para los maestros… Todos ellos aparecidos en la editorial Magisterio Español, ya que fue el más directo colaborador en ella de Ezequiel Solana, su fundador.
Sin duda, tendremos oportunidad de dar a conocer en El libro de la semana más manuales de Fernández Ascarza.
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© de los textos: José Antonio González de la Torre
© de los textos: CRIEME
© de las imágenes: CRIEME