Los manuales escolares de la Biblioteca del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela no solamente constituyen un importante testimonio de los contenidos que sirvieron a los niños y niñas de otras épocas para aprender cosas, sino que deben ser un recurso didáctico utilizable en la actualidad. Con "El libro de la semana" queremos al profesorado, a alumnos universitarios y a todos los interesados en general darles pistas para ese posible uso actual. ©

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Pedro Manjón Lastra, el autor del libro de esta semana, fue sobrino de don Andrés Manjón, catedrático de la Universidad de Granada, posteriormente ordenado sacerdote y fundador de las Escuelas del Ave-María en esa misma capital andaluza.
Como no sería posible en pocas palabras hablar de la pedagogía del Padre Manjón, vamos a dedicar el libro de la semana que viene a comentar uno de los dirigidos a los maestros escritos por él; libros que no solían faltar entre los más bien escasos que disponían nuestras escuelas en los años 50 y 60.
Volviendo a su sobrino, y autor del manual Biografías Amenas, decir que fue también sacerdote y continuador de la obra pedagógica de don Andrés en las Escuelas del Ave-María.
Los libros sobre biografías de personajes célebres más difundidos en nuestras aulas tras la Guerra Civil fueron los del Antonio Juan Onieva. Allá por el mes de enero último comentamos dos de ellos, que, como vimos, están escritos de manera bastante rigurosa y apropiada para su uso escolar.
No podemos decir lo mismo de la Biografías Amenas de Pedro Manjón.
Publicado en 1937 en Granada, señala el autor en el Prólogo que, siguiendo en esto la pedagogía de D. Andrés Manjón, pretende el libro que los alumnos aprendan las vidas de las personas importantes en la historia de España de una manera activa. Su tío, nos dice Pedro Manjón, “quería igualmente redactar biografías de personajes célebres, pero no pudo y rogó a sus sucesores que las hicieran para enseñanza y solaz de nuestros pobres niños.”
Y, manos a la obra, su sobrino quiso que los propios escolares recitaran en voz alta las vidas de aquellos y aquella (solo una, Isabel la Católica; aunque podríamos decir que hay una segunda de la que ahora hablaremos) que en el texto aparecen.
El tono de todo el libro es de una gran exaltación patriótica hacia la “nueva España”.
Sería importante, para que hechos así no se volvieran a repetir, explicar a las nuevas generaciones que en Granada coincidieron en el tiempo personas de singular valía, aunque de ideologías diferentes, como el padre Manjón y Federico García Lorca. Pero que nuestro carácter cainita hizo que uno de los dos acabase fusilado una noche de agosto de 1936. Si éste es nuestro carácter, nuestra manera de ser, lo que nos hace ser españoles, mejor sería no conservarlo demasiado.
El libro, por ser totalmente partidista, carece absolutamente de rigor. Casi en cada capítulo podríamos encontrar ejemplos de ello.
La portada es realmente significativa y poco original, con la bandera rojigualda y en el centro de la misma una reproducción del famoso cuadro de Francisco Pradilla “La rendición de Granada”.
Ya en la primera de las biografías, dedicada a Viriato, pone en boca del guerrillero lusitano que “no tengo inconveniente en llamarme español a boca llena” (la muy sensible hacia estos temas Manuela Ferreira, miembro del PSD portugués, no sé qué opinará de esto). Y en ese mismo capítulo encontramos concesiones al lenguaje popular excesivas (las hay a lo largo de todo el libro), tales como: “En mi tiempo cortaba el bacalao en el mundo el Imperio Romano”.
El capítulo sobre el Cid Campeador no se queda corto, pues en él dice el héroe castellano que “cuando veía a un moro, me ardía la sangre en mis venas…” Poco rigor histórico posee aquí Pedro Manjón, pues es sabido que el Cid era un personaje precisamente muy arabizado.
En el capítulo dedicado al Cardenal Cisneros, se permite el autor poner en boca de este gobernante de los siglos XV-XVI comentarios sobre la actualidad, como la crítica a la creación de una Universidad en Madrid (la Universidad Central, actual Universidad Complutense): “en medio del ruído (sic) que distrae y de diversiones que disipan e impiden el estudio…”, como contraposición a la universidad por él fundada en lugar más tranquilo como es Alcalá de Henares.
También en el capítulo sobre Cisneros, un anacronismo grave, ya que señala: “yo me pasé la vida luchando con la palabra… y con la espada… y en las torres de Orán ondeó la bandera roja y gualda de nuestra querida Patria.” Y cualquiera sabe que hasta 1785 no se comenzó a usar la enseña con esos colores, como pabellón de la Marina, en los buques de guerra españoles.
Y, para acabar, señalar que dijimos que había un segundo personaje femenino junto a Isabel la Católica. No se trata de ninguna persona concreta, sino de la República, a las (se refiere a la Primera y a la Segunda) que Pedro Manjón vapulea: “váyase para siempre, pues representa la barbarie, la incultura, el crimen, el salvajismo…”
Podríamos seguir con muchas más cosas, pero ya lo dejamos. La semana que viene nos referiremos a la labor pedagógica y social realizada por su tío Andrés.
© de los textos: José Antonio González de la Torre
© de los textos: CRIEME
© de las imágenes: CRIEME