Los manuales escolares de la Biblioteca del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela no solamente constituyen un importante testimonio de los contenidos que sirvieron a los niños y niñas de otras épocas para aprender cosas, sino que deben ser un recurso didáctico utilizable en la actualidad. Con "El libro de la semana" queremos al profesorado, a alumnos universitarios y a todos los interesados en general darles pistas para ese posible uso actual. ©

.
En principio, el uso de textos clásicos debería ser la mejor manera para incentivar el hábito de la lectura en los niños y niñas dentro del ámbito escolar. Pero, seguramente, eso es solo una teoría.
Recuerda uno sus ya lejanos años escolares, cuando las andanzas del Cid Campeador -que si se va de Vivar, que si deja a buen recaudo a su familia, que si en Burgos no encuentra donde quedarse…- no fomentaban precisamente el que los niños experimentásemos placer al leerlo, sino más bien todo lo contrario. Luego venían Gonzalo de Berceo, don Juan Manuel, el Arcipreste de Hita, La Celestina… Bueno, por lo menos en estos dos últimos casos se introducía una nota de erotismo para aquellos jóvenes de una España en la que el sexo contrario se veía de lejos o en el celuloide. Y poco después Jorge Manrique y las coplas al padre, en las que quedaba muy claro que este último era un señor que se había muerto.
Tiempo después, cuando uno entró en contacto con la literatura del siglo XX, se preguntó lo conveniente que hubiera sido usar un criterio no cronológico y haber empezado por leer en clase a Delibes, a Carmen Laforet, a los Goytisolo… Seguramente que así muchos niños y niñas hubieran sentido la lectura como algo que debía ocupar un espacio importante en sus vidas.
Pero no; venga a darle vueltas al Cid Campeador… como unas décadas antes se le dieron a don Quijote de la Mancha.
Resulta que desde mediados del siglo XIX se publican en España ediciones del Quijote realizadas para un uso específicamente escolar. En muchas menos páginas que la obra original de Cervantes y con un lenguaje adaptado a las edades de los niños y niñas a quienes iba dirigida, se usaba esta herramienta dentro del tiempo dedicado en las aulas a la lectura extensiva.
Por llegar aún la época en la que aparecerán los libros específicos de las diferentes materias, fueron estos libros genéricamente denominados de lectura los que instruían en los rudimentos de las distintas ciencias y educaban en los principios morales y religiosos.
Volviendo al hidalgo manchego, ya dentro del siglo XX se publicaron normas específicas que recomendaban, o incluso obligaban, al uso del Quijote como libro de lectura en los centros de enseñanza.
Se hicieron en España muchas ediciones adaptadas a los niños y específicamente para su uso escolar, como sucede con nuestro libro de esta semana.
Es una edición de la Editorial Luis Vives de Zaragoza de 1954, con ilustraciones del francés Gustavo Doré, el más famoso de los artistas que han dibujado escenas de Don Quijote de la Mancha, grabadas por Joseph H. Pisan.
Al final de cada capítulo se incluyen unas “Prácticas” con ejercicios diversos de sintaxis, semántica, ortografía, redacción… y unas propuestas para poder reflexionar sobre lo leído en las páginas precedentes.
El uso de textos clásicos como manera de iniciar a los niños y a los jóvenes en el amor por la lectura ha tenido defensores tan ilustres como Miguel de Unamuno, junto a detractores no menos ilustres, entre los que podemos destacar a José Ortega y Gasset.
Bueno, pues con este libro vamos a interrumpir durante la época estival estos amagos de comentarios sobre textos escolares de otro tiempo.
Cuando los calores bajen y se acorten los días, allá por el mes de octubre, esperamos volver con más manuales rescatados de esas aulas del ayer.
© de los textos: José Antonio González de la Torre
© de los textos: CRIEME
© de las imágenes: CRIEME