Los manuales escolares de la Biblioteca del Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela no solamente constituyen un importante testimonio de los contenidos que sirvieron a los niños y niñas de otras épocas para aprender cosas, sino que deben ser un recurso didáctico utilizable en la actualidad. Con "El libro de la semana" queremos al profesorado, a alumnos universitarios y a todos los interesados en general darles pistas para ese posible uso actual. ©

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Escribe Ezequiel Solana dos libros de Fábulas Educativas a comienzos de los años veinte del siglo pasado. El que aquí comentamos es el segundo de ellos.
Se recogen en los mismos la tradición, que duró muchas décadas en los libros escolares de lectura de nuestro país, del uso de las fábulas para el trabajo de práctica de la lectura de tantas generaciones de niños y niñas. Las fábulas de los dos escritores españoles más importantes dentro del género, Iriarte y Samaniego, y de otros clásicos como Esopo, Fedro y La Fontaine se encuentran en multitud de manuales escolares del XIX y del XX.
Esos conocidos autores de fábulas siempre concluían con una moraleja. Y eso mismo aparece en las fábulas que para el libro que estamos comentando escribió Ezequiel Solana.
Encabeza Solana sus fábulas, todas ellas en verso, con un consejo moral o, rebajando un poco el calificativo, al menos consejo “útil” para manejarse en el mundo. Porque mientras aparecen máximas de cierto alcance ético como “Fácilmente es dichoso quien con poco se contenta” (p. 19) o “La conciencia es el espejo del alma” (p. 52); otras, como “El exceso de economía puede llevar a grandes pérdidas” (p. 64) o “Corregid lo pequeño y evitaréis lo grande” (p. 99), son, sin embargo, dudosamente educativas.
Dice Solana en la breve introducción a su manual que las reglas y los preceptos se aprenderán mejor usando, como en este libro, alegorías que puedan resultar entretenidas que si esas normas se explicasen “por medio de lecciones serias y formales”.
Realmente, en aquella época, donde la escuela estimulaba a niños y niñas con contenidos que, por novedosos, les llamaban la atención, la metodología que propone Ezequiel Solana sin duda era muy válida. Leyendo su libro seguro que los alumnos conocían situaciones y maneras de actuar que les llevaban a relacionarlas con la máxima moral que se pretendía que asimilaran.
Esto último no valdría para los alumnos actuales. Porque es tal el flujo de información que reciben hoy niños y jóvenes del exterior (televisión, cine, Internet, viajes…) que aportar desde la escuela más situaciones, reales o ficticias, para la reflexión no serviría de mucho. Por ello, la educación moral de los niños y niñas tiene que consistir en la actualidad en realizar ejercicios con herramientas críticas que posibiliten a cada uno de ellos después aplicar criterios personales ante la avalancha de informaciones que les llegarán, con intenciones la mayoría de las veces no expresas o diferentes de las expresas.
Pero, volviendo a hace noventa años, decir que al final del libro Nuevas Fábulas se añade un breve vocabulario de las palabras que a lo largo del texto han ido apareciendo con un asterisco, para que los escolares pudiesen recurrir a él si no conocían lo que significaba algún término.
Ezequiel Solana nació en el pueblo soriano, actualmente despoblado, de Villarijo, en 1863. Estudió magisterio en Soria, ejerciendo posteriormente en Calatayud, Zaragoza y Madrid. En la capital, funda el periódico El Magisterio Español y más tarde la editorial de igual nombre. Murió en 1931.
La gran mayoría de los libros que publica la editorial Magisterio Español anteriores a 1940 están escritos por el propio Ezequiel Solana o por su íntimo colaborador, tal y como señalábamos en el libro de la semana pasada, Victoriano Fernández Ascarza.
Los textos de Solana, como los de Ascarza, abarcan múltiples materias: libros de lectura, de religión e historia sagrada, dibujo, gramática, geografía, aritmética, geometría, biografías, historia de España, urbanidad…
Decir, por último, que Javier Solana, que fuera Ministro de Educación y Ciencia entre 1988 y 1992 y actual alto representante de la política exterior de la Unión Europea, es nieto de don Ezequiel Solana.

© de los textos: José Antonio González de la Torre
© de los textos: CRIEME
© de las imágenes: CRIEME